¿Cual es mi relación con la evaluación? ¿Cuándo evaluamos?, ¿qué objetivo perseguimos?, ¿para que nos sirve la evaluación? Cuando evaluamos, siempre hemos perseguido dos objetivos, por un lado, comprobar el grado de asimilación de los contenidos y los procesos por parte del alumno; y por otro, evaluarnos a nosotros mismos como profesores y saber si hemos sabido realizar correctamente nuestra labor. Al menos, tradicionalmente esto ha sido siempre así. En función de los departamentos didácticos se decide cuántas pruebas objetivas mínimas se realizan por trimestre y qué porcentaje tiene su nota en la evaluación final respecto a la de trabajo en clase, cuaderno, laboratorios, proyectos, etc. (por cierto, la mayor parte de las veces muy inferior al de las pruebas objetivas). Este planteamiento de la evaluación sugiere aprendizaje memorísticos, es decir, quedarnos en los niveles más bajos de la taxonomía de Bloom. Y, además, no es nada motivador para el alumno, y tampoco para el profesor. ¿Para qué sirve la evaluación en estos casos? Para poner una calificación en los boletines. Poco más. Yo tengo suerte en dos aspectos: Por un lado soy profesora de dibujo y tecnología. Dadas las características de las dos asignaturas, prácticas, de proyectos y actividades variadas, siempre he valorado todas las actividades realizadas, diferentes tareas, hechas a mano, usando ordenador, móvil, productos de taller, etc. Además siempre he evaluado sobre la marcha, no podía ser de otra forma, dando siempre retroalimentación a los alumnos, dando pistas e ideas para mejorar (ahora llamamos a esto evaluación formativa, feedback, feedforward...) hasta el punto de pensar siempre que lo que menos me importa es el clásico examen, tan temido por los alumnos, y que, muchas veces no demuestra sus aprendizajes. He llegado a suprimirlos. Bueno, eso es lo que mis alumnos muchas veces creen, y no saben que unos quizzes por ordenador, un kahoot en el aula, etc. son esas otras formas de exámenes actuales, es decir, evaluaciones formativas... que se activan de vez en cuando y ellos saben en qué paso del aprendizaje están y yo también, además de saber qué funciona y qué no. Por otro lado, mis asignaturas las imparto en inglés desde el 2009 que me habilité. He procurado formarme muy frecuentemente en la metodología CLIL y metodologías activas, y en estas metodologías se trabaja por proyectos, con evaluación formativa, con andamiaje, con productos reales, etc. Se habla muy poco de exámenes y mucho de la participación activa del alumno, del "learning by doing". Perseguimos el aprendizaje, por tanto, la evaluación tiene que servirnos para ello, no para clasificar a los alumnos. ¿Los datos que recogemos con la evaluación, nos ayudan a mejorar el aprendizaje?, ¿Cómo podrían ayudarnos mejor? Por supuesto que sí. Hay que buscar vías de recogida de esos datos: blogs o portfolios de reflexión donde los alumnos suban sus evidencias de aprendizaje, formularios de google que recogen la toma de datos de un cuestionario y su evolución individual y grupal, rúbricas cuyo resultados se envían a los alumnos de tiempo en tiempo y pueden ver su evolución, etc. Todo esto, además de incluir siempre esa retroalimentación y esas pistas y consejos para mejorar, harán que el alumno evolucione y mejore. ¿Cómo podrían ayudarnos mejor? Con tiempo, más tiempo para todo este tipo de tareas que el profesor tiene que asumir, tiempo en el aula, tiempo en el centro, tiempo en casa. Si se quiere hacer muy en serio hace falta mucho tiempo. ¿Sería interesante que los estudiantes participasen activamente en la evaluación?, ¿Por qué, para qué? Sí, es muy interesante. Cuando los alumnos se implican en la elaboración de una rúbrica, en los items que se van a considerar para evaluar una actividad, etc, están también aprendiendo a aprender, se sienten parte del proceso. Yo califico en TICO con Corubrics. Los alumnos, con esta script para Drive, se autoevalúan y evalúan a sus compañeros (a veces individualmente, a veces en grupos, según las tareas). Y lo hacen en varias fases del proyecto con la misma rúbrica, de esa manera todos reciben retroalimentaciones que valoran lo hecho y dan ideas para mejorar, sabiendo siempre en qué situación están. De esta forma los alumnos están mucho más implicados. Sorprende ver cómo los alumnos son, a veces, más críticos y duros que el profesor. Aportación Muy interesantes tus argumentos y tu simil.
Comentas que los estudiantes son los principales interesados en llevar a buen puerto el proceso, y que sobre ellos recaen las principales consecuencias de la evaluación. De esto último, no hay duda (al menos para nosotros, sus docentes y para la mayoría de sus familias -¿he dicho mayoría? ). Pero ellos no suelen ser conscientes de ello, tienen en cada caso la edad que tienen y sus intereses están en otro sitio, no en su formación y educación. De ahí que nuestra obligación sea articular proyectos que relacionen nuestras materias con su vida real, con sus intereses, con otros departamentos didácticos, que ellos sean los protagonistas... De esta forma, si conseguimos que se involucren, que tengan esa curiosidad, el gusto por hacer bien las cosas, porque le vean utilidad, porque sea cercano a ellos, etc conseguiremos que, incluso en casa, quieran seguir trabajando algo más en ello. Ya no estamos hablando de deberes, hablamos de implicarse activamente. En esta situación la evaluación no será una mala nota, un reproche, un error, una vergüenza, sino una mano amiga (profe-compañeros...) que aporta ideas para que su proyecto crezca y sea mejor, para saber qué debe cambiar y en qué debe mejorar. Si conseguimos eso algún día, sería fabuloso ¿no?
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AutoraArquitecto, profesora de Dibujo y Tecnología bilingüe (inglés) en la Comunidad de Madrid. Este año estrenándome con la Física y Química. Archivos
Mayo 2017
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